miércoles, 17 de febrero de 2016

En Primera Persona...

Estamos muy acostumbrados a escuchar deportistas con cassette (que antiguo lo de cassette, ¿no?), por eso es bueno alentar reflexiones profundas como esta de Selem Safar, a propósito de la violencia que se mueve en el ambiente deportivo y social.

¿Qué nos pasa? ¿Hasta dónde vamos a llegar? Son preguntas que me hago a diario cuando veo las noticias referidas al deporte en nuestro país. Un país futbolero, es cierto. Pero que poco a poco vamos contaminando todos los otros deportes sólo por seguir una línea de fanatismo que no existe. O que sí existe. Pero que no tendría que existir para mí.
Hablemos de fanatismo. Cualquier tipo de fanatismo está mal. Fanatismo por cualquier cosa : un equipo de fútbol, de básquet, algún artista, por ideas religiosas, por política, o por lo que sea. Porque eso te ciega y no te deja ver la realidad. Una realidad que está cada vez más presente y que la mayoría de nosotros sigue sin percibir.
¿Hasta dónde vamos a permitir que la violencia se apodere de nosotros? Es de público conocimiento que la violencia en nuestra sociedad cada día crece y crece. Pero analizando puntualmente la rama del deporte (que es la que entiendo por ser deportista), me doy cuenta de que esa violencia que existe afuera se está apoderando de nuestra disciplina. Y es algo que tendría que ser usado para fomentar otro tipo de cosas. Para educar. Para aprender del trabajo en equipo. A ganar y perder. Simplemente eso.
Hace muy poco me tocó vivir con Obras, mi actual equipo, una experiencia jugando de visitante (no voy a nombrar el club rival por respeto a la mayoría de sus hinchas). Al terminar el partido y haber ganado el equipo local, nos saludamos entre los jugadores de ambos planteles, como lo hacemos todos los equipos de básquet, y mientras nos retirábamos veo a una persona de unos 50 años con un nene al lado y su mujer del otro lado, insultándonos a nosotros y riéndose, diciéndonos todo tipo de barbaridades. Me di vuelta para ver el resultado final en el tablero, no porque haya estado de acuerdo con la reacción del señor, pero por un momento pensé que éramos nosotros los que nos habíamos quedado con el triunfo. Y no era así. Él (y muchas personas más) no estaban festejando con su equipo la tremenda victoria que habían logrado como locales, sino que gritaba y miraba a su hijo y su mujer como demostrándoles lo guapo que era de estar a sólo dos o tres metros de nosotros diciéndonos de todo. Mi reacción por dentro era querer redoblar la apuesta. Quería decirle cosas que lo hieran más. O marcarle que me la bancaba. ¡¡Cuán equivocado estaba!!
Por suerte agaché la cabeza y salí. Y después pude pensar fríamente. Y lo primero que pensé fue en el nene que estaba a su lado. ¿Qué tipo de educación le estamos dando a ese chico? Es la misma educación que como sociedad le estamos dando a todos los chicos que hoy en día ven televisión. O nos ven a nosotros hacer deportes. O que vieron el River – Boca del año pasado y el bochorno en la Bombonera que le dio el partido ganado a River por los puntos (particularmente lo que menos importó). O que leen las declaraciones de Maxi Rodríguez, que tiene miedo a salir de su casa en Rosario. Y que en la semana que se juega el clásico teme por su familia. Sólo por tener ese trabajo.
Por otro lado, ¿qué tan ajenos a este fenómeno social estamos nosotros los deportistas? Porque, sin ir más lejos, tenemos un ejemplo de hace muy poquito: el partido de este verano entre Estudiantes y Gimnasia que terminó en un papelón entre jugadores, peleándose a las trompadas, pateando a colegas (sí, colegas) que estaban tirados en el piso, tratando de demostrar valentía, como si fueran enemigos. No tenía nada que ver con jugar al fútbol.
Si escuchamos declaraciones de algún deportista hoy en día se resume en «hay que ganar como sea». ¿Como sea? ¿Pisando la cabeza de nuestro rival? ¿O viendo quién da una patada más fuerte para demostrar que se la aguanta más? ¿O simplemente hay que tratar de jugar mejor? De vencer al rival mostrando una superioridad técnica y táctica. De ser mejor dentro del rectángulo de juego sea una cancha de fútbol, de básquet o de cualquier deporte… Solo eso. Tan simple como eso. A veces sale. Y a veces lamentablemente el otro es mejor o hace mejor las cosas. Y se acepta. Y punto. Sólo queda darle la mano y trabajar más duro.
¿Desde cuándo es de vida o muerte ganar o perder? En un deporte existen las dos cosas. Un entrenador muy sabio una vez dijo que cuando vos haces un deporte de conjunto no sólo dependes de tu rendimiento. Enfriente tenes otros jugadores iguales a vos haciendo lo imposible para que vos no cumplas tu objetivo y queriéndose quedar ellos con la victoria. Hay muchos factores que definen la victoria y la derrota.
Somos Una sociedad que teniendo al mejor jugador del mundo se lo critica en vez de disfrutarlo. En vez de disfrutar que tenemos la suerte de que sea argentino. En un deporte que juegan 11 contra 11, le tiramos la responsabilidad a él por no lograr los mismos resultados que logra en un equipo que está totalmente aceitado y juega de memoria. Y cada vez que le toca un torneo con la Selección Argentina viene y da la cara. Y nos dio dos finales en un año después de muchísimos años sin que el fútbol pueda lograr eso. Y deja todo por esos colores. Igual así, se lo critica.
O también recuerdo las críticas hacia uno de los mejores deportistas de la historia (para mí el mejor, aunque no puedo ser objetivo) por no ir a todos los torneos que juega la Selección. El mismo deportista que logró que en Argentina se vean partidos de la NBA por su sola presencia. El mismo que levantó la copa de esa liga, la mejor del mundo, con la bandera argentina en sus hombros. El mismo que, junto con una Generación que nos dio tantas alegrías, nos llevó a ser campeones olímpicos cuando hace años atrás no entraba en la cabeza de nadie que eso podía suceder. Un deportista que cambió la historia de este deporte. Igual así, he escuchado críticas.
¿Hace cuánto que la gente no va a la cancha a disfrutar, a ver un espectáculo, a relajarse y salir de la rutina? ¿Es tan difícil eso? ¿Desde cuando la felicidad de una persona pasa porque su equipo gane o pierda? ¿Y hace cuánto que nosotros los deportista dejamos de disfrutar de un deporte sano? ¿Competitivo? Sí. Altamente competitivo. Pero sano. Para transformarlo en una batalla en que lo único importante es solamente ganar.
Por último les dejo un ejemplo, para que reflexionemos y nos demos cuenta cuántas cosas debemos cambiar en nuestra sociedad.
Este año es el último año que Kobe Bryant va a jugar. Un grande del básquetbol mundial. Luego de esta temporada se retira de la NBA. Y poco a poco está jugando sus últimos partidos en muchos estadios visitantes. Es increíble y admirable ver cómo la gente aplaude cada gol y cada jugada de él. Y los mismos jugadores antes que se vaya de la cancha, lo abrazan y lo saludan. No importa si es el clásico rival o no. Y en el momento que sale del rectángulo de juego y la afición sabe que no va a volver a entrar, se ponen todos de pie y le regalan el último aplauso. No les importa si su equipo va a ganar o va a perder. Saben que hay cosas más importantes.
Aprendamos nosotros como sociedad. Hay cosas más importantes que tu equipo gane o pierda. Festejen, pónganse contentos, llenen la cancha de papeles, de banderas, canten. Eso es folcklore. Si a tu equipo le toca perder, volvé a tu casa y seguí con tu rutina. Disfruten de sus hijos, familia, amigos, pareja o lo que tenga cada uno. Que nosotros por nuestro lado nos vamos a esforzar por ser mejores día a día y poder lograr los mejores resultados en nuestro trabajo. La felicidad pasa por ahí. No porque tu equipo gane o pierda. Aprendamos a ser felices. Que eso es lo importante. Mejoremos como sociedad. Estamos a tiempo. Es solo mi pensamiento.
Selem Safar

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